Hoy hablamos de aprendizaje vicario, por imitación, hacemos lo que observamos, lo que vemos. Casi siempre, la forma en que expresamos nuestras emociones tiene que ver con la manera en que aprendimos desde niños a vivir el afecto, el temor, la alegría o la tristeza.

¿Por qué?  Porque aprendemos con el ejemplo de las personas jóvenes y adultas que nos rodean; si fuimos tratados con cariño, respeto y comprensión, expresamos nuestras emociones o sentimientos de alegría, tristeza o enojo con esa confianza y seguridad de que las personas que nos rodean comprenden la causa de nuestras emociones y sabrán guiar y orientar la manera de manifestarlas, de mostrarlas a los demás.

Desde niños aprendemos lo que se vale y lo que no se vale en la casa, por ejemplo, evitamos pedir con gritos lo que se quiere, golpear o lastimar a otro, por muy frustrado que se esté; Esta rebeldía de algunos niños, que nos sonará, es una manera de medir hasta dónde pueden llegar y cómo conseguir lo que desean, si desde niños aprendemos a que tenemos un lugar en la familia, a convivir con los demás con respeto y amor, lograremos de adultos/as explicar y gestionar el enfado, la tristeza o el miedo.

Sin presión y sabiendo que no estamos determinados, que queda sorpresa, una parte de misterio en esta estadística: Seamos una sociedad modelo de este aprendizaje vicario 😉


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