Este es un modelo de cómo operan las emociones. Hemos de imaginar que nuestro cuerpo es como una manguera, donde fluyen cosas. Entonces, al abrir el grifo, la emoción fluye: en el día a día, cuando voy de paseo, cuando voy a comprar… si yo tapo esa salida de agua, ¿qué pasará? Se partirá, explotará, saldrá por algún sitio, saldrá por la entrada de agua… algo pasará ¿vale? Esto es lo mismo, las emociones hay que sacarlas, las emociones hay que reconocerlas, hay que gestionarlas, hay que transmitirlas… no importa gritar.
Si yo, después de que alguien me haga algo feo, me reconozco que me han molestado (no se trata ya de decirle a los demás, sino para mí, me reconozco), me reconozco que estoy enfadada, ya estoy gestionando la emoción.
Si yo me doy cuenta de que tengo un compañero de trabajo sarcástico, que intenta pincharme siempre, si soy consciente de ello, tendré más herramientas para gestionarlo que si me pilla desprevenida.
Si no me lo reconozco, me enfadaré con el siguiente y cada vez que me digan algo me voy a molestar. ¿Por qué? Porque no estoy dejando que esa emoción me comunique la información. Es una comunicación interna, es personal, es un diálogo con uno mismo.
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